Conclusiones a la VIII Jornada.
“Buenos aires para la Iglesia. Vuelta al
Evangelio”
Un globo, dos
globos, tres globos… y muchos más para levantar del suelo de lo que “siempre se
ha hecho así” a nuestra Iglesia, pero sin dejar de tener los pies en la tierra,
embarrados en la realidad y andando por la senda del Evangelio: siempre la
vuelta al Evangelio, y también ahora, con estos buenos aires para la Iglesia.
Unos buenos aires que, animados por las palabras y los gestos del Papa
Francisco, y por las miradas y voces nuevas que se suscitan en nuestras
comunidades eclesiales, pueden hacer volar de nuevo a la Iglesia. Soplo del
Espíritu.
El 25 de
octubre de 2014 tuvo lugar en el Centro “Joaquín Roncal” la VIII Jornada de la
asociación Cristianas y Cristianos Hoy:
“Buenos aires para la Iglesia. Vuelta al
Evangelio”. Una jornada marcada por los buenos aires que está trayendo
Francisco I: un Papa que gusta, como decía Mª Pilar de la Vega, y no sólo
dentro de la Iglesia, sino también, y de una forma muy significativa, fuera de
ella. Porque sus gestos han sido más que gestos; porque sus palabras no son
frases vacías.
Un primer globo aerostático de gestos,
de palabras llenas de significado concreto: no a una economía que mata, no a
una globalización de la indiferencia, no al dinero que gobierna en lugar de
servir, no a una Iglesia junto al poder y anclada en el dogma… y sí al rescate
de la solidaridad para los mercados, sí a la cercanía de los “sobrantes” del
mundo global, sí al compromiso por la justicia social… y sí a una Iglesia del
Evangelio de la esperanza y la alegría. Francisco habla claro y con valentía, a
la vez que escucha con humildad. Un Papa que ha sorprendido a propios y a
extraños, simplemente por “predicar el corazón del Evangelio”.
Tras todas
estas palabras evangélicas cargadas de gestos se eleva un segundo globo inflado por nuevas miradas, como explicaba Llorenç Puig: una nueva sensibilidad
eclesial que ejemplifica Francisco en la exhortación apostólica “Evangelii
gaudium”: una nueva mirada a la cultura, una nueva mirada a la sociedad, una
nueva mirada a las personas concretas, especialmente a las pobres y excluidas,
y una nueva mirada también a la Iglesia y desde la Iglesia: la que proviene de
los ojos de Dios. Mirada utópica, sueño de plenitud, pero también consciente de
los límites. Dios siempre sorprende, también a la vieja estructura eclesial,
pero todos los cambios requieren su tiempo. La conciencia de ello impide que
reine el desaliento. Porque los cambios no son inmediatos. Sin embargo, el
“sensus fidei” sí que tiene la capacidad de recorrer nuestra Iglesia como la
mecha por la pólvora fresca. Ahora nos encontramos en un momento privilegiado,
cuando desde arriba se plantea lo que desde abajo es un clamor. Y sin embargo,
¿por qué nos cuesta tanto dejarnos mover por estas nuevas miradas, por los
textos de Francisco? ¿Nos falta confianza en la fuerza del Resucitado? ¿En qué
notamos los efectos de las fuerzas que, sin embargo, se oponen a todo ello? Tal
vez es el momento de atreverse, de la romper con miedos colectivos dentro de la
Iglesia, y de sacar todos los hilos de esta madeja; tiempo de sentirse
interpelado por las palabras del Evangelio, desnudas, como las presenta este
Papa, y de hacerlo en comunidad, con paciencia y tolerancia, pero con ánimo y
sin parar; una época donde, cuando todo está en crisis, la Iglesia también ha
de convertirse y preocuparse antes por el proyecto del Reino que por las
ocupaciones intraeclesiales.
El tercer globo que se lanzó en estas VIII
Jornadas de CCH estaba cargado de voces. Más o menos claras, más o menos críticas, más
o menos implicadas, más o menos conscientes, pero todas ellas voces de
cristianas y cristianos que se dan cuenta del momento importante que vive la
Iglesia hoy. Una voz, la de Carmen Gil, que hablaba de cómo seduce la personalidad
de Jorge Mario Bergoglio, de cómo ofrece pistas de vida y de fe, de presente y
de futuro. Otra voz, la de Fausto Franco, que expresaba la novedad que ha
llegado a la Iglesia con este Papa inesperado y tan esperado por tantos:
bienaventurados los que veis lo que está pasando: revolución evangélica, que
invita a renovarnos a nosotros y a hablar con valentía, con parresía, a otros,
lo que no se dan por enterados. Otra voz más, la de Jesús Gil, que criticaba
aquello que el Papa todavía no ha hecho, los pasos concretos que le quedan por
dar: temas pendientes que hacen pender a muchas personas, y a muchos
cristianos, de frágiles hilos su vida y su fe. Una cuarta voz, la de Santi
Villamayor, que cuestionaba también el fondo de nuestro modo de creer, y los
grandes relatos que muchas veces nos sujetan férreamente, sin dejarnos libres
para una fe madura, que no se limite a dar respuestas simples a preguntas
demasiado complejas. Unidas a éstas, muchas voces más, que hablaban de nuevos
horizontes de tolerancia, de heridas que buscan una esperanza para ser sanadas,
de la necesidad de huir de todo fundamentalismo, de la riqueza de la diversidad
dentro de nuestra Iglesia, etc.
Cuatro globos,
cinco globos, seis globos, muchos globos más… que hay que seguir uniendo, en
foros de diálogo e interpelación, a los gestos y actitudes del Papa Francisco, porque
todos ellos son necesarios para remover lastres y lanzar, en vuelo con motor,
el del Evangelio, a la Iglesia de Jesús de Nazaret.